
Los trastornos de la alimentación como la anorexia y la bulimia son un reto para nuestra sociedad. Aunque su tasa es mayor en chicas adolescentes, lo cierto es que los chicos no se escapan y las mujeres que han superado la adolescencia tampoco son inmunes a padecerlos. El estereotipo, detrás del que se esconden una gran cantidad de demandas, condena precisamente a las mismas adolescentes que le hacen publicidad. Una forma fácil de controlar su peso, de controlar su cuerpo, de controlar su imagen es mediante los sacrificios alimentarios. Renuncias voluntarias que en la mayor parte de los casos son indocumentadas, mal gestionadas y, por lo tanto, con una alta dosis de frustración.
Esta forma de relacionarse con la comida es, en el fondo, su manera trágica de manejar y derivar su propio sufrimiento. El propio anhelo de ser quienes no son, el desprecio a lo que ven cuando se miran en el espejo. Por otra parte, en muchos casos de anorexia y bulimia también se encierran problemas que tienen relación con el «control de la vida». Muchas mujeres ya adultas, padecen esta clase de trastornos y no es porque busquen cierto estereotipo físico, sino más bien porque han padecido alguna problemática o pérdida en sus vidas y como no pueden manejarla ni «controlarla», la forma de supuestamente recuperar ese «control perdido», es decidiendo cómo y en qué cantidades alimentarse. Inconscientemente, es una manera de auto catigo y de poder sentir que vuelven a tener el control de «algo» en sus vidas. Es algo irracional si lo analizamos ya que no existe forma de que podamos ser capaces de controlar lo qe sucede en la vida, siempre existirán factores externos que son incontrolables y a los cuales debemos desarrollar la capacidad de adaptarnos y readaptarnos casi en forma constante.
En definitiva, queda claro que la base de estos trastornos es emocional. Las pacientes se ven incapaces de regular sus emociones. Emociones que en ocasiones no han podido expresar de forma satisfactoria en un ambiente familiar poco estimulante, restrictivo, con grandes demandas acerca de su comportamiento o en un entorno que no ha sabido responder adecuadamente a su alta intelectualidad y deseo de cariño. Cuando ya se establece la enfermedad de forma clara, descartando otros trastornos orgánicos como diabetes mellitus, neoplasia, catexia hipofisiaria u otros trastornos psicológicos como TOC o psicosis, podremos decir que nos encontramos con un trastorno de la alimentación.
Los trastornos de la conducta alimentaria suelen aparecer entre los 10-30 años. El 95% son mujeres y tienen en común la idea sobrevalorada de la delgadez. Comparten una extrema preocupación por peso y figura, distorsiones cognitivas, síntomas depresivos y de ansiedad, además de un funcionamiento social deficitario.
Si tenemos en cuenta que la mayoría de las víctimas son adolescentes, una de las causas probables es que la joven no sabe gestionar el paso de niña a mujer. Su sistema de comunicación «de niña» aún resulta deficitario y sienten una gran presión. Se encuentran en un contexto de emocionalidad inhibida y, a esa edad, son más conscientes de lo que el género femenino «aparentemente» les impone: delgadez, belleza, candidez y sumisión. Si fuese sólo un problema de imagen, las personas con anorexia restaurarían el equilibrio en su ingesta calórica al ver que ya están suficientemente delgadas. Es la necesidad de perfección, el miedo a recaer y la distorsión perceptiva lo que hace que sus patrones conductuales se mantengan. Unos patrones conductuales que solamente reciben recompensa en su propia repetición.
Habitualmente, asociamos anorexia con restricción alimentaria y bulimia con purgas, vómitos o conductas compensatorias después de comer. Estos no son patrones tipo y rígidos, sino que pueden variar en función de la persona que sufra el trastorno.
En realidad, existen 2 subtipos de anorexia, la restrictiva y la purgativa (purgarse es toda conducta compensatoria para eliminar el alimento ingerido).
- La anorexia restrictiva: se asocia a perfeccionismo, rigidez, hiperresponsabilidad y sentimientos de inferioridad.
- La anorexia purgativa: se asocia con un historial familiar de obesidad, sobrepeso premórbido, impulsividad, reacciones distímicas, inestabilidad emocional y conductas adictivas.
En la bulimia son habituales las purgas o conductas compensatorias.
- La bulimia prototípica: existen purgas, existe mayor distorsión de la imagen corporal, más patrones de alimentación anormales y más problemas psicológicos asociados.
- La bulimia no purgativa (existe atracón pero no conductas compensatorias): podría parecerse a un trastorno por atracón, pero no lo es porque existe la idea sobrevalorada de peso y figura. Este subtipo se asocia con otros problemas como la ideación suicida, las conductas adictivas y los trastornos de control de impulsos.
¿Cuáles son las verdaderas características de la anorexia y la bulimia?
Se ha asociado la personalidad de las mujeres con estos trastornos a un patrón de desorganización vital, de debilidad, de poca inteligencia, de alta sugestionalidad acerca de los comentarios de los demás. Pero no son las características personales que se encuentran en este tipo de pacientes cuando son evaluadas. Tampoco son personas delirantes incapaces de discernir la realidad de la imaginación.
En la anorexia, las pacientes no son personas delirantes e histéricas. Según algunos estudios, no se trata tampoco de una alteración perceptiva, sino de la comparación con modelos cada vez más exigentes que se materializa en comportamientos restrictivos. Es su forma de relacionarse con el mundo, de enterrar lo que nunca pudieron expresar. No comer es la mejor manera que han encontrado de controlar aquello que les sucede. Por eso, cuando no lo consiguen se castigan sin piedad. Por otro lado, el hecho de tener la atención tan enfocada a un propósito les libera de enfrentarse a otro tipo de problemas, que siempre serán secundarios y postergables hasta el momento en el que solucionen el que para ellas es el verdadero problema.
La mayoría son conscientes de que se encuentran dentro de un proceso destructivo, pero una vez iniciado, han creado un sistema de refuerzos y castigos tan potente que para ellas es muy complicado escapar de él. Han programado de tal manera su cerebro que su inercia dañina es realmente poderosa.
Muchas y muchos de quienes padecen alguno de estos trastornos consiguen restaurar la normalidad en sus vidas. Hacerlo es un trabajo duro, que requiere de paciencia y en el que se sufren recaídas. Sin embargo, para conseguir vencerlo es necesario el apoyo de las personas que quieren a la persona que sufre el trastorno. Su apoyo, su fe y su persistencia para conseguir salir de túnel son fundamentales. Esto es así porque el trastorno ataca directamente a la autoestima de la persona que lo padece, la hace inferior porque siempre se compara con modelos que ella cree superiores, más perfectos, más deseables. Por lo tanto, la persona se sitúa siempre en un lugar de inferioridad y de aspiración, constante y continuamente.
Además, es habitual que las personas que han padecido algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria, como la anorexia o la bulimia, presenten patrones de excesiva dependencia, miedo al abandono, hipersensibilidad a las críticas, alexitima, etc. De alguna manera, este tipo de trastornos se superan, pero no se curan y va a suponer un reto constante mantener su recuperación a lo largo de toda la vida.