
La digestión es un proceso vital para nuestra vida y cualquier alteración en la misma puede derivar en una gran cantidad de trastornos en la salud. En la actualidad muchas de las enfermedades que se diagnostican a diario tienen algo que ver con problemas en la digestión o las llamadas digestiones pesadas. Éstas, generan metabolitos que provocan intoxicación en todo el organismo, grasa en mal estado y, ácidos que van a parar a los sistemas principales del cuerpo e impiden su funcionamiento óptimo.
El estómago es un punto clave para mantener la armonía, el equilibrio y el buen funcionamiento de todos nuestros sistemas y órganos. Las digestiones pesadas, lentas o muy trabajosas no hacen sino dañar y deteriorar nuestra salud. Esto dificulta la correcta asimilación de nutrientes y obstaculiza la adecuada eliminación de residuos que intoxican nuestro cuerpo. La indigestión es un problema muy común relacionado con el aparato digestivo y que puede hacernos pasar un mal rato con vómitos, diarrea, dolores abdominales y malestar general. A menudo, también aparece la acidez estomacal acompañada de una sensación de ardor profundo en el pecho.
Son muchas las razones que pueden ralentizar el proceso digestivo, disminuyendo la capacidad del cuerpo para absorber los nutrientes y eliminar los desechos. Pero, independientemente de ello, es muy importante prestarle la suficiente atención al problema antes de que desencadene en otros trastornos más graves. Como recomendación principal, es importante que nos tomemos nuestro tiempo para comer y, no distraernos con otras actividades. Debemos masticar bien los alimentos para así facilitar el trabajo del estómago y restablecer el funcionamiento general del sistema gastrointestinal.
Recomendaciones para mejorar la digestión
Llevar una dieta equilibrada: la adopción de una dieta equilibrada le debe proporcionar al organismo todos los nutrientes esenciales en su justa medida y de la manera adecuada. Ingerir todo tipo de alimentos en una misma comida puede ser un error, ya que se sobrecarga el cuerpo en tareas y el organismo se ve obligado a fabricar más enzimas para digerirlos.
Regular el horario de las comidas: pasar mucho tiempo en ayunas para después ingerir gran cantidad de alimentos puede provocar irritación y problemas digestivos. Esto se debe a que en el tiempo que el estómago se encuentra vacío hay mayor segregación de fluidos que provocan acidez e inflamación. Para evitar esta situación desagradable y también poder activar el metabolismo, se recomienda comer pequeños platos o refrigerios saludables cada 5 horas. Por otra parte, es fundamental respetar los horarios habituales de alimentación, los cuales tienen que distribuirse en 4 comidas principales durante el día (mañana, mediodía, tarde y noche).
Comer en un lugar tranquilo: hoy en día, los sitios para comer cambiaron. Muchas personas perdieron la sana y buena costumbre de alimentarse en el comedor y suelen ir a otro lugar de la casa para ver la televisión, responder mensajes en el celular o trabajar con la computadora. Distraerse mientras se ingieren los alimentos o someterse a otros tipos de tensión emocional puede ralentizar el funcionamiento digestivo. Algunos problemas nerviosos como el estrés o la ansiedad, afectan la digestión. Cualquier problema relacionado al estrés genera cambios en muchas de nuestras funciones básicas. Algunos síntomas como la inflamación del colon o la alteración el nivel del ácido del estómago suelen manifestarse ante una estado anímico nervioso, hasta el punto de favorecer la aparición de úlceras. Por eso es recomendable ingerir los alimentos con calma y respetar el tiempo de descanso para hacer la digestión.
Evitar beber y comer al mismo tiempo: beber y comer al mismo tiempo no es una buena opción si se desea tener un buen proceso de digestión. Al hacer esto, ocurren dos dificultades en el estómago que pueden impedir su buen funcionamiento: por un lado, al llenarse de tanto líquido puede provocar sensación de saciedad cuando apenas se está empezando a comer. Por el otro, se entorpece la asimilación de los alimentos sólidos, lo que lo sobrecarga en tareas y ralentiza su función.
No comer apurados o rápidamente: no tomarse el tiempo suficiente para masticar y deglutir los alimentos de forma correcta es uno de los errores más comunes y dañinos que se tienen contra el sistema digestivo. Cuando un alimento no está bien masticado, el estómago tiene que trabajar más del doble para poder digerirlo y eliminar aquello que no necesita. Por otra parte, comer despacio también nos ayuda a perder peso, ya que el efecto de estar «saciados» llega a nuestro organismo a los 20 minutos de haber empezado a comer. En caso contrario, si consumimos los alimentos rápidamente, el cerebro no tendrá suficiente tiempo para alertarnos de que ya no necesitamos más nutrientes. Es entonces cuando caemos en los excesos y obligamos a nuestro organismo a tener que realizar una digestión más larga.
Tomar agua después de comer: todo el proceso de digestión requiere de ciertas cantidades de agua o líquido para poder realizar la mezcla correcta de los alimentos, y de este modo estimular su eliminación. Estar deshidratados hace que las heces sean más compactas, lo que dificulta su excreción y da lugar al estreñimiento.
Ingerir fibras: este nutriente esencial se encuentra de forma natural en una gran cantidad de alimentos y lo ideal es consumirlo todos los días para que el aparato digestivo trabaje de forma óptima y los intestinos mantengan su movimiento normal. Entre los alimentos ricos en fibra cabe destacar: la lechuga, acelga, zanahorias crudas, espinaca, remolacha, brócoli, calabaza, manzanas, bananas, mandarinas, naranjas, pomelos, ciruelas, avena y cereales integrales.
No ejercitarnos apenas terminamos de comer: para prevenir la acidez estomacal y las digestiones pesadas, conviene no realizar actividades físicas después de comer. Con ello se evita el retorno de los jugos gástricos al esófago. Según las características individuales de las personas, la digestión puede durar entre 2 a 4 horas. Durante este tiempo, nuestro organismo concentra sus energías en digerir y consumir los alimentos, razón por la cual en ocasiones sentimos algo de somnolencia después de comer.
Añadir probióticos a nuestra dieta: los probióticos son microorganismos que forman parte de la flora intestinal de tu sistema digestivo, la cual participa del proceso de digestión de los alimentos. Estos pequeños organismos, en su mayoría bacterias, no son nocivos. Al contrario, se encargan de producir vitaminas y proteínas para nuestro cuerpo, refuerzan el sistema inmunitario y, aumentan de esta forma nuestras defensas ante las enfermedades. La forma más fácil y rica de obtener probióticos es a través del yoghurt. Es aconsejable tomar una porción, al menos, 4 días a la semana. Se recomienda priorizar el consumo de yogures naturales, y de ser posible, sin pasteurizar. El objetivo es garantizar un mayor consumo de bacterias en cada ingesta.
Tomar infusión de manzanilla e hinojo: debido a sus propiedades antiinflamatorias, la infusión de manzanilla es ideal para mejorar la digestión de forma natural y de paso combatir esa molesta inflamación en el vientre. El hinojo resulta apropiado para prevenir y tratar los gases o flatulencias. Ingredientes y preparación : 1 taza de agua (250 ml), 1 cucharadita de hinojo (5 g), 1 cucharadita de manzanilla (5 g). Poner a hervir la taza de agua y cuando llegue a ebullición, agregarle la cucharadita de hinojo y la de manzanilla, y dejar que se realice la decocción durante 3 minutos adicionales. Pasado el tiempo recomendado, se retira del fuego y se deja reposar. Luego, se cuela y se bebe después de ingerir comidas abundantes o ante los primeros síntomas de indigestión.
Tener una buena digestión es la base para sentirnos fuertes y saludables, tanto física como anímicamente, por lo que debemos evitar todos aquellos factores que la puedan dificultar.